Jorge Tacchini
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Prof. Emérito UNCUYO

Los ciclos de la vitivinicultura mendocina
La ecología de la Provincia de Mendoza, sus condiciones climáticas y sus suelos sueltos y arenosos, sobre todo en la región oeste, le otorgan la condición de ser una zona privilegiada para el cultivo de la vid, una de las más aptas a nivel mundial. El potencial productivo de la Provincia tiende a ser siempre superior a la demanda originando cíclicas caídas de los precios de la uva y del vino a niveles inferiores a los costos de producción.

Hace un siglo -entre 1915 y 1916- se produjo la primera crisis grave, por exceso de oferta de vinos. El precio por quintal de uva, que en 1907 había sido de 4,1 pesos, se redujo a 1,5 obligando a los viñateros a hipotecar sus viñedos. El 25% del capital vitivinícola era propiedad de los bancos.

Después, en 1936, otra debacle obligó a la creación de la Junta Reguladora de Vinos que erradicó 20.000 ha de viñedos. Se trató de impulsar la fruticultura para sustituirlos, con éxito limitado.

En la posguerra, el crecimiento de la demanda de vinos fue sostenido no solamente por el aumento de la población sino por el del consumo por habitante que, desde los 50 litros por año de la década del ‘40, creció hasta más que duplicarse rozando los 100 litros en algunos meses del año 1970. Lamentablemente, el entusiasmo por los elevados precios de la uva de la década de los ‘50 llevó a los viticultores a la errada política de implantar cepajes de alto rendimiento, en parral, con la consecuencia de bajar la calidad de los caldos e incrementar excesivamente la producción total llegando de nuevo a un exceso de oferta y reducción de precios.

Las sucesivas crisis, a partir del año 1962, desembocaron en la erradicación de más de 100.000 ha de viñedos en la trágica década de los ‘80. A partir de esa fecha, la viticultura inició un nuevo ciclo que valorizó la calidad e impulsó una cultura enológica, con el consiguiente consumo de vinos finos, mientras caía en picada el masivo de vinos comunes.

Las inversiones en la industria vitivinícola y el gran avance tecnológico lograron valorizar nacional e internacionalmente los vinos argentinos consiguiendo años de buenos precios y equilibrio económico. De nuevo, sin embargo, se implantaron viñedos incrementando la producción en forma demasiado optimista. En los últimos años, las trabas a las exportaciones y el cepo cambiario frenaron e involucionaron las exportaciones de vinos y volvió el fantasma de la crisis, caracterizada por ingresos inferiores a los costos de producción, que perjudica más a los productores pequeños y medianos escasamente capitalizados.

  • Esta síntesis de la historia de la vitivinicultura mendocina demuestra que el potencial productivo ha sido siempre superior a la demanda de vinos. En consecuencia, desde casi un siglo se ha planteado la necesidad de encontrar otras soluciones productivas que constituyan una alternativa válida a la vitivinicultura. Hasta ahora esta búsqueda no ha logrado pleno éxito. Analizaremos muy brevemente algunos resultados.

La fruticultura y la horticultura

foto 02Constituyen cultivos intensivos tradicionales desde la época colonial y ya después de las primeras crisis vitivinícolas del siglo pasado se pensó en ellos para reemplazar los excesos de viñedos. En la década de los ‘80, la fruticultura llegó a una expansión de más de 40.000 ha, a pesar de lo cual nunca se logró una estabilidad económica satisfactoria en el tiempo. Los dos principales problemas que causan la incertidumbre son los accidentes climáticos y la errática política económica del país.

Las heladas y el granizo que afectan periódicamente los cultivos impiden una estabilización de la oferta, necesaria para apuntalar el mercado. Los cepos cambiarios, la inflación permanente, salvo escasísimos periodos de estabilidad, esterilizan toda tentativa de conquistar mercados de exportación. Los gobiernos, con una increíble ceguera, repetitiva en el tiempo, nunca han querido o podido entender la diferencia entre productos agropecuarios no perecederos, como son los de la Pampa Húmeda, y los vulnerables de otras economías regionales. Con una total falta de realismo, se exigen reglamentaciones inaplicables, se obstaculiza o impide la posibilidad de vender en consignación, como es usual en los mercados frutihortícolas, se pretende cobrar aranceles a pesar de las desventajas ecológicas que afectan las producciones del país.

Con esas limitaciones, se ha desarrollado la exportación en breves momentos favorables para quebrar después. Ningún negocio basado en la fruticultura u horticultura ha logrado prosperidad estable.

Con los frutales de pepita, ubicados en el Valle de Uco, se obtuvo una buena rentabilidad en los años ‘50 cuando se exportaba a Europa. Después, los adelantos en la conservación frigorífica permitieron a los europeos satisfacer la demanda del mercado todo el año con producción propia.

Los frutales de carozo, en especial durazneros y ciruelos, se apoyaban en la industria conservera y del desecado que absorbían más del 70% de la producción. La caída vertical de la demanda de frutas en almíbar frenó la posibilidad de expansión, reducida a una escasa demanda interna de frutas frescas. Un breve auge de la exportación de ciruelas a Brasil en la década del ‘90 permitió un incremento de la superficie cultivada hasta que se produjo el derrumbe del mercado brasileño.

Para las cerezas y peras, se reinició un ciclo próspero de exportación a principio del siglo XXI. El exceso de reglamentaciones burocráticas que no contemplan el carácter perecedero de frutas difíciles de conservar y las distorsiones cambiarias terminaron con la factibilidad de ese negocio. La superficie cultivada de cerezo, que jamás superó las 1000 ha en Mendoza, está decayendo ajustándose a la escasa demanda interna. En el mismo periodo, Chile, partiendo de la nada, superó los 10 millones de cajas exportadas de cerezas con una superficie cultivada que supera las 10.000 ha.

foto 03En horticultura, el tomate, uno de los principales cultivos que llegó a ocupar casi 10.000 ha, sufrió la crisis de la industria conservera. La posibilidad de ofrecer en el mercado tomate fresco todo el año -gracias a la diversidad climática de la República Argentina y a la expansión de los cultivos cubiertos en el noroeste del país- redujo al mínimo el consumo de extracto.

foto 04El cultivo de la papa sufre la competencia de la predominante zona papera de Balcarce. El del ajo se extendió casi hasta 10.000 ha pero es completamente dependiente del variable mercado brasileño que, con escaso respeto de los acuerdos del Mercosur, importa este producto también de China.

  • En síntesis: ni la fruticultura ni la horticultura permiten una expansión de cultivos suficientemente extensa para constituir una alternativa válida al viñedo.

La olivicultura

foto 05“Plante un olivo. Haga Patria”. Con este lema se trató de impulsar el cultivo del olivo en Mendoza en las primeras décadas del siglo pasado. Se aconsejó asociarlo con las vides y se pronosticó un gran porvenir para este cultivo que debía constituir un complemento válido para el viñedo. En el año 1950 se llegó a un total de más de 3 millones de plantas en la Provincia de Mendoza. Diez años después ya se había arrancado un millón. La causa de la debacle fueron los bajos rendimientos que este cultivo ofrecía y la depresión que causaba en el rendimiento del viñedo. El inaceptable promedio para la Provincia era de 4 kg de aceituna por cada olivo. Por otra parte, el aceite de oliva sufría la competencia de la abundante oferta de otros tipos de aceite producidos abundantemente en Argentina.

Se intentó entonces la producción y exportación de aceitunas de mesa encontrando una favorable aceptación en Brasil. También se vio afectada por la inestabilidad cambiaria de ambos países.

En la década de los ‘90 se impulsó de nuevo la implantación de olivos con desgravaciones impositivas, favoreciendo las Provincias de La Rioja y Catamarca. En Mendoza, un gran emprendimiento en Villa Atuel se vio afectado por una helada invernal con temperaturas inaguantables para esa especie.

  • En conclusión: la olivicultura representa una alternativa viable para el viñedo solamente en superficies muy reducidas.

Cultivos de cereales
foto 06La siembra de cereales de invierno, como el trigo, fue tradicional en la época colonial. De hecho, el clima de Mendoza es más apto para cultivos de invierno que para los de verano. Así lo demuestran la tradicional cebada y el centeno que se producen en secano en el Valle de las Carreras. Bajo riego, se ha obtenido rendimiento medio de 4.500 kg por ha de trigo en Luján1 sin fertilización.

 

foto 07En la década de los ‘80, se intentó cultivar maíz en varias zonas provinciales, desde el este hasta el Valle de Uco. Se llegaron a cultivar unas 1000 ha con resultados muy mediocres. El promedio fue de unas 5 t/ha en el este y en el norte de la Provincia y un máximo de 12 t/ha en Tunuyán2. En el clima del Valle de Uco, el maíz sufre menos el estrés hídrico que suele limitar el crecimiento en zonas calurosas muy secas. Además, el alto rendimiento se obtuvo en campos regados con aguas servidas de un moderno criadero de cerdos.

Cultivos de oleaginosas
foto 08Se han realizado pocas pero significativas experiencias. El girasol se cultivó unos dos años en la Finca Toso de Tunuyán con rendimientos medios.

 

 

foto 09La soja también se sembró un año en la Finca Terim de Tunuyán. Es difícil sacar conclusiones: se dio bien pero hay que seleccionar más las variedades. Hay tendencias a considerar que las vainas se abran antes de la cosecha si no se ajustan a la época y a las condiciones climáticas.

 

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Las experiencias con el maní fueron más extendidas. El Gobierno de la Provincia impulsó su cultivo entre fines de la década del ‘60 y principio de la del ‘70. Se cultivaron unas 200 ha en toda la Provincia desde el este al sur. Los resultados estuvieron acorde con el promedio nacional que rondaba entonces los 2,3 t por ha cultivada3.

Se dio bastante bien en tierras más compactas del este mendocino. Los ensayos fueron ilustrativos pero muy desorganizados, puesto que no tuvieron en cuenta la falta de máquinas cosechadoras y la de una industria aceitera en Mendoza (Cuyoil ya había cerrado). El Gobierno provincial compró una cosechadora en Córdoba que llegó tarde pero con tiempo suficiente para demostrar, donde alcanzó a trabajar, las dificultades técnicas derivadas del desparejo riego en surcos que, si se tiene en cuenta el carácter rastrero y de poco tamaño de la especie, no permitía una cosecha uniforme y dejaba muchos residuos. El mal resultado económico indujo a los productores al abandono del cultivo.

foto 11En la década de los ‘80, la entonces Dirección Agropecuaria dependiente del Gobierno de la Provincia realizó ensayos con colza en sus estaciones experimentales. El rendimiento no fue malo ya que llegó a 2 t por ha. Posteriormente, a partir del 2007, se implantó colza en el sur provincial para producción de biocombustibles. El proyecto parecía interesante porque se contaba ya con experiencias europeas sobre el tema y se pensaba en la posibilidad de microemprendimientos para extraer aceite por presión, utilizando los residuos para alimentación animal. Los rendimientos obtenidos también se ubicaron en las 2 t por ha cultivada. La caída abrupta del precio del petróleo -que actualmente se ubica en 45 dólares el barril- quitó, por ahora, toda posibilidad de que la producción de biocombustible sea rentable.

El proyecto de producción de azúcar a partir de la remolacha
En las primeras décadas del siglo XX se instaló en Media Agua, en la Provincia de San Juan, la Compañía Azucarera de Cuyo que se surtió de remolacha en el norte de Mendoza y San Juan. El proyecto duró sólo pocos años por las dificultades de compatibilizar el potencial del ingenio azucarero con una cantidad suficiente de remolacha. Los rendimientos por ha hubieran sido buenos pero se difundió el letal yellow wilt, una virosis difícil de combatir difundida por insectos.

En el año 1959, durante el Gobierno de Frondizi, una compañía alemana presentó una propuesta de instalar un ingenio4.

La evaluación económica no fue favorable. La producción de azúcar a partir de la remolacha azucarera no puede competir en costos con la caña de azúcar del norte. Sólo sería factible con rendimientos por ha muy superiores a 30.000 kg/ha. El interés alemán no decayó y, a fines de la década de los ‘60, financiaron, en convenio con el Gobierno de la Provincia, ensayos de cultivo en varios Departamentos5.

Los alemanes también trajeron y armaron un pequeño establecimiento experimental para la elaboración de azúcar. Este exhaustivo ensayo tampoco dio resultados económicamente viables. Los rendimientos medios superaban con dificultad las 30 t por ha y de nuevo apareció el yellow wilt. En cambio, fue bueno el rendimiento zucarino.

Las forrajeras y la ganadería
foto 12La alfalfa fue siempre un cultivo fundamental en Mendoza. En 1920 los censos agropecuarios registraban 117.580 ha de ese cultivo mientras los viñedos sólo ocupaban 78.871 ha. La alfalfa se adapta muy bien a todos los climas de la Provincia: ofrece hasta 6 cortes en la zona más calurosa del norte pero también se obtienen buenos rendimientos en el Valle de Uco y en el sur.

Los rendimientos medios oscilan entre 8 t de fardos secos en clima frío, como Malargüe, a 15-20 en buenos suelos y clima. El cultivo necesita mucha agua por sus raíces profundas y no logra buenos rendimientos donde escasea, sobre todo en zonas de alta evapotranspiración. Desde el enfoque económico, la alfalfa siempre ha ofrecido rentabilidad aunque modesta. En la actualidad, el fardo de pasto se paga entre 50 y 60 pesos, un valor alto.

El cultivo de la alfalfa es elegido por quien prioriza la estabilidad y renuncia al sueño de grandes ganancias. Es auspicioso que su cultivo se esté extendiendo en el sur provincial. Existe, sin embargo, la grave dificultad de que puede constituirse en una solución viable únicamente en fincas relativamente grandes que pueden costear una tecnología adecuada. Las parcelas pequeñas de menos de 10 ha difícilmente puedan adoptar este cultivo que requiere mecanización.

El auge actual del feedlot, o sea, del engorde de ganado a corral provee de un mercado seguro a los productores de alfalfa. Ambas explotaciones se complementan. El avance imparable de la soja en la Pampa Húmeda ha desplazado la ganadería hacia el norte y el oeste, como es el caso de Mendoza. Se trata de zonas de pasto duro y clima árido que sólo pueden considerarse aptas, en secano, para cría. Se puede sustentar a reproductores adultos pero los terneros deben venderse al año para ser alimentados en mejores condiciones. Por lo tanto, la complementación de la ganadería de secano con una recría en pasturas bajo riego y terminación en feedlot constituyen una perspectiva interesante. Los feedlot en la Provincia permiten terminar unos 30.000 vacunos y la tendencia es al incremento. La demanda es muy amplia, ya que la Provincia de Mendoza consume de 300.000 a 400.000 cabezas de ganado anualmente.

Conclusiones
El crónico exceso de oferta de vinos superior a la demanda, incentivado por la inestabilidad económica del país y por cambios en las costumbres del consumo, obliga a intentar otros cultivos para aprovechar mejor el potencial productivo de Mendoza. Lamentablemente, las explotaciones frutihortícolas sufren la incertidumbre de los accidentes climáticos y, por su carácter perecedero, son incluso más sensibles a las inadecuadas reglamentaciones sobre exportación. Jamás, a nivel nacional, se tuvieron en cuenta las exigencias y limitaciones de las producciones regionales. Siempre se pretendió tratarlas de la misma manera que los cereales y oleaginosas, más fáciles de conservar y con mercados previsibles.

Los intentos de diversificación con otros cultivos no ofrecen suficiente rentabilidad para enfrentar los altos costos del riego.

Quedan como alternativa las forrajeras y, en especial, la alfalfa, el cultivo que durante siglos, a partir de la época colonial, fue el más difundido en Mendoza. La nueva modalidad de engorde de ganado en corral que se está imponiendo en toda la República y también en Mendoza garantiza un mercado seguro y en expansión para la alfalfa. Se trata de una explotación de moderada rentabilidad pero estable. Como sólo las fincas grandes pueden proveerse de una adecuada mecanización para bajar los costos, es posible que surjan empresas de servicio para atender explotaciones más pequeñas.

También es factible construir implementos de menor tamaño que requieran una inversión más reducida. Existen en Europa y podrían importarse si se evitaran trabas burocráticas.

Existe también la posibilidad que explotaciones ya tradicionales en Mendoza -como los frutales y algunas hortalizas- puedan superar los problemas actuales y conquistar mercados internacionales. Para ello debería estabilizarse definitivamente la economía del país y prevalecer el sentido común entre los funcionarios. Ocurrió en Chile, puede alguna vez acontecer en Argentina. Por ahora es un lindo sueño.

 

1 Ensayos Brücher Tacchini en la Finca San Antonio de la Facultad de Ciencias Agrarias, UNCUYO, 1956.

2 Registros de cosecha de las mototrilladoras que actuaron en la Provincia.

 3 Datos del Instituto de Economía Agraria UNCUYO que supervisó los cultivos.

4 El estudio económico fue encargado al Ing. Agr. Jorge Tacchini: “La industria del azúcar: posibilidades de introducir el cultivo de la remolacha azucarera en Mendoza”. Ed. IIE Estudios especiales N° 3. Mendoza. 1960.

5 Fueron supervisados por el Ing. Agr. Eduardo Herrera del instituto de Economía Agraria de la Facultad de Ciencias Agrarias, UNCUYO.