Prof. Jorge Nazrala 
(Egresado de la primera cohorte de la Maestría en Viticultura y Enología)
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Noviembre 2015

El 10 de noviembre en nuestra Facultad de Ciencias Agrarias hubo una fiesta.
La educación, la uva y el vino estuvieron de fiesta.

 

Ese día, en un sencillo y emotivo acto académico, el Sr. Rector Daniel Pizzi, acompañado por la Decana de la FCA, entregó, en nombre de nuestra querida Universidad el Diploma de Doctor Honoris Causa al Dr. Alain Carbonneau. Él retribuyó el halago con una maravillosa exposición en la que resumió su vida profesional y al final engalanó la tarde con una poesía dedicada al Malbec.
El Doctorado Honoris Causa es el máximo Título que otorga la Universidad Nacional de Cuyo.
Quien pretenda conocer el porqué de esta distinción, no tiene más que consultar las actas del Consejo Directivo y del Consejo Superior, y los numerosos antecedentes del Dr. Carbonneau que justifican largamente la decisión tomada.
Aquí, sólo podrán leer un resumido anecdotario que pretende ser un reconocimiento. Obviamente tiene una gran impronta personal, pero creo, sin arrogarme derecho alguno, que representa a muchos de mis colegas, aquellos que tuvimos la fortuna de ser sus alumnos.
Allá por el año 2000 se iniciaba la primera cohorte de la Maestría en Viticultura y Enología. Nuestra Facultad, el INTA y la Escuela Nacional de Agronomía de Montpellier, Francia, en una exitosa conjunción lanzaban la primera maestría en la especialidad en nuestro país y en Sudamérica. Justo es destacar en ese trabajo las figuras del pujante y querido Profesor Humberto A. Frigerio y el brillante Dr. Rubén N. Oliva.
El primer grupo de alumnos lo formamos 18 ingenieros agrónomos. Algunos, recientes egresados; otros, con algunos años más de experiencia, y el grupo de los “viejos” Profesores de Viticultura y Enología que todavía jugábamos para la selección “sub 45” y que no habíamos tenido la oportunidad de realizar un posgrado en el extranjero. Ahora, realizar el posgrado era en nuestro país, en nuestra provincia y como si fuera poco, en nuestra Facultad. El Convenio que se celebró permitió, además, que muchos tengamos hoy la doble titulación Argentina-Francesa.
El Prof. Carbonneau no sólo tuvo una activa participación en la organización de la Maestría, sino que también lo hizo en el aula.
Del grupo de alumnos, la mayoría éramos los regulares y otros, en número variable según fuese la temática de cada módulo, eran adscriptos. Para ellos, cuando el módulo se dictaba en francés, había traducción simultánea; para los regulares, por la doble titulación y el amor de Carbonneau por su lengua natal, no. Así es que debimos ablandar nuestros oídos y nuestras lenguas y comprender lo que se enseñaba y “destruir” ese tierno idioma al hablarlo.
El Prof. Carbonneau fue sobre todo eso: Profesor. Gran dominio de la especialidad, gran dominio del aula. Mensajes claros, planteos inteligentes. Oídos atentos.
“Nos hizo leer todo” -como dicen nuestros alumnos. Al igual que cuando se cata un vino, nos hizo analizar el texto, nos hizo “traducir” no sólo de otro idioma, sino de otra realidad a la nuestra y, al igual que cuando se describe el vino analizado, nos hizo explicar al auditorio “qué es lo que leímos, qué interpretamos, qué sugerimos” y como si fuera poco, nos lo hizo modelizar. ¡Hicimos un modelo matemático hasta para cebar mates!
Su ojo, atento en las exposiciones, le permitió sugerirnos lo estrictamente profesional y también posturas, tonos de voz. “¡No use el color amarillo para graficar, no se ve bien”! -decía.
Su especialidad es la fisiología de la vid y los sistemas de conducción. Cuando lo interrogábamos sobre otro tema vitícola o enológico, sin ser de su especialidad, solía decir: “Disculpe usted, esta no es mi experticia, no conozco demasiado”, y podía hablar al menos quince minutos de ese tema “desconocido”.
Resultó ser también un gran degustador de vinos. El respeto por los métodos le permitía analizar organolépticamente y describir con soltura y certeza cualquier vino que se le presentara.

carbonneau 2Realizar el posgrado fue una época estresante, hicimos un gran esfuerzo físico, mental y también económico. Aun sin dominar las ciencias económicas, estamos seguros de algo: ¡hicimos una gran inversión!
Celebro y agradezco todo lo que aprendí y que espero, hoy, aprovechen nuestros alumnos.

Todos los que conocen a Alain Carbonneau, seguramente lo asocian con el sistema de conducción Lira. No están errados.
Él es su mentor, difusor y defensor. En el mundo tiene algunos “aliados” -sobre todo en Uruguay- y en Argentina (en Mendoza, en Maipú), tiene otro que modestamente integra la “legión de la canopia dividida” con una hectárea de Syrah, una de Sauvignon blanc y media de Cabernet franc conducidos en Lira.
¡Salud, Gran Profesor!
… y muchas gracias.

Como señala el Prof. Jorge Nazrala, “aquella tarde [del 10 de noviembre] en la que la educación, la uva y el vino estuvieron de fiesta”, para agradecer la distinción concedida por la Universidad, el Dr. Alain Carbonneau brindó “una maravillosa exposición en la que resumió su vida profesional y [fiel a su estilo] al final engalanó la tarde con una poesía dedicada al Malbec”.
El cauce en el que rezumaba la esencia del Malbec aquella tarde fue el idioma francés. Ahora, ese cauce es el idioma español. El Dr. Carbonneau tuvo la gentileza de hacerle llegar a la Prof. Ing. Agr. Concepción Arjona, Decana de la FCA, la traducción de su poesía.

MALBEC
Francia

Hace mucho tiempo se aferraba a la Causse1
el greñudo Malbec, el señor de Cahors,
cuyo vino color tinta ganaba creciente reputación,
hechizaba ásperos gargueros a comerciantes de ese entonces.

Pero el vegetal Malbec no conquistó Burdeos.
¡Su boca, injustamente desvalorizada, le dio su apodo!
Entonces lo bautizaron Cot para perder ese lastre,
¡y finalmente sus raíces encontrar su terruño!

Un buen día él hizo un viaje
al país donde la plata y el sol brillan
y se convirtió en el símbolo de los que cambian de edad,
cambiando de país, fundando su familia.

Argentina

Llevada por el mar, de conquista en conquista,
la cepa siguió, armada y pertrechada.
El terco viñatero, fue lejos a conquistar
una acogedora tierra y un cielo sin nubes.

El Malbec echó raíces, y cambiando de hemisferio,
encontró un nuevo ritmo, entregó su vino amable,
en homenaje a la tierra que le permitió hacerlo,
gracias al agua de las Indias, el placer en la mesa.

El Malbec, de pobre nombre, ¡se hizo mucho más que un nombre!:
consiguió el renombre de los grandes vinos de este mundo,
dio su impronta, revelando el fondo
de los terruños: Mendoza y otros a la redonda.

Su vino trae a la vista todo el resplandor del rubí,
ofrece a la nariz el delicado buqué de sutiles flores,
acompañadas de hierbas del campo y de frutos bien maduros,
estremece el paladar con sus dóciles taninos.

Que estos versos expresados en homenaje al Malbec,
traduzcan ante todo la profunda amistad
de seres de corazón sensible, con la garganta a menudo seca,
¡de Argentina y de Francia, y del resto del mundo!

Traductor: Carlos Clement
1 Nota del traductor: Meseta caliza del Macizo Central francés: https://es.wikipedia.org/wiki/Causses